lunes, 28 de febrero de 2011

La cosa perdida

Shaun Tan
Libro álbum
Primera edición: 2000
Segunda edición en español: 2007

Así pues, ¿quieres oír una historia?
Bueno, hace tiempo sabía un montón de historias interesantes. Algunas eran tan divertidas que te desmayarías de risa, y otras tan espantosas que no querrías volver a oírlas jamás.
Pero me he olvidado ya de todas.
Así que te contaré la de cuando encontré la cosa perdida.
Sucedió hace ya unos cuantos años, un día normal y corriente de verano junto a la playa. Como de costumbre, estaba ocupándome infatigablemente de mi colección de tapones de botellas y de pronto, sin ningún motivo, levanté la vista. Entonces vi la cosa por primera vez.

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En la conferencia donde conocí a Shaun Tan hace cuatro años, Daniel Goldin, que moderaba el seminario, lo presentó así: “Me llevé una enorme sorpresa al conocer a este joven autor; tiene sólo treinta años, pero posee la sabiduría de alguien de cien”.
Acababa de salir la segunda edición de La cosa perdida, un cuento que Jorge apenas me había presentado semanas atrás durante el diplomado de ilustración, y sin duda mi visión y pasión por los libros ilustrados jamás fue la misma después de conocer el trabajo de este talentoso autor.
Ayer ganó el Oscar el corto animado que Passion Pictures Australia en colaboración con el propio autor generaron.



Ver el sitio oficial aquí.

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Las ilustraciones delicadas y precisas de Shaun Tan deleitan página a página. Ya sea por ese sentido surrealista que impera en todas sus historias, o por el rico manejo de los materiales para generar realismo en las texturas, luces y sombras; la atmósfera está dotada de una sensación onírica que oscila entre la pesadilla y un mundo futurista decadente, un hoy apenas desviado un centímetro, que reconocemos pero no deja de sentirse ajeno.

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El narrador es un ávido coleccionista de corcholatas que un día, caminando por ahí, se encuentra con la cosa perdida. Nadie más parece notarla, pero cierta tristeza en su semblante le provoca acercarse y encargarse de ella. Objeto, animal o kimera, la cosa perdida y él generan un fuerte vínculo que le provoca al protagonista buscar lo mejor para ella.
Los escenarios grises, la aridez de la ciudad contrasta con el personaje central. Así son los seres de Shaun Tan: solitarios y silenciosos, observadores, con alma de artistas y poetas, coleccionistas casi siempre, que gracias a su leve pausa son capaces de encontrar a su paso algo que cambia su vida y que nadie más es capaz ni se detiene a ver. Cualidad de niño que al crecer olvida o deja diluirse, hasta que no queda rastro de esa habilidad por sorprenderse, esa capacidad de que la vida tenga un sabor que vale la pena probarse. Uno envejece cuando deja de hallar cosas nuevas en el mundo, cuando sólo quedan las historias. Basten ellas para recordarnos cada día seguir mirando, no sabemos qué nos espera si seguimos dispuestos a encontrar.

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