lunes, 28 de junio de 2010

Malvado conejito

Texto: Jeanne Willis
Ilustraciones: Tony Ross
 

Libro álbum
Primera edición: 2009
Oceano Travesía


Nunca hubo un conejo más malo que Malvado Conejito. O por lo menos eso podríamos suponer después de leer la carta que dejó sobre su cama un día al regresar de la escuela.

Queridos Ma y Pa,
Siento decirles que HE HUIDO DE CASA. Estoy viviendo en el Basurero del Cañón del Diablo con mis nuevos mejores amigos. Nos hacemos llamar Los Conejos del Infierno, y mi nuevo nombre es MALVADO CONEJITO.

Primera impresión
Llegué un día a la oficina y Jorge acababa de comprar este libro. No me llamó demasiado la atención, aun cuando me dijo que estaba increíble (no siempre hay que creerle todo a los amigos, ni a los libros, ni a Jorge). Lo leí entonces en voz alta (para mí y para Jorge que de rebote tuvo que escucharlo). No paraba de reír. Lo leí a todo el que entraba a la oficina. Lo releí yo sola en mi oficina. Lo dejé sobre mi escritorio y le prohibí a Jorge llevárselo y lo releía para volver a reír. Sí es, sin duda, un libro increíble.

Las ilustraciones y el texto están relacionados íntimamente. Es de esos álbumes escrito por uno e ilustrado por otro que me hacen preguntarme cómo logran compenetrarse tan bien para generar un discurso único. Tony Ross, con tintas, colores y acuarelas genera una serie de personajes y situaciones que retratan a la par que la letra visiblemente hecha a mano, esta entrañable carta de Malvado Conejito, un álbum epistolar.

Reseña
Una carta aparece en la cama de Copo de Algodón. Va dirigida a sus padres y en ella les dice que su nuevo nombre es Malvado Conejito y lo ha dejado todo para unirse a los Conejos del Infierno.

Opinión
Aunque las cosas no siempre sean lo que parecen, llega un momento en la vida de todos (o quién sabe) en que queremos huir de casa y convertirnos en algo totalmente diferente. Bueno, no todos lo hacemos, algunos sólo lo soñamos o simplemente buscamos reinventarnos de formas más sutiles. Sea como sea, Malvado Conejito pone sobre la mesa varias cosas: 1. no hay que fiarse de las apariencias, 2. todo siempre puede ser peor, 3. hay que tener la confianza para equivocarse, 4. y el humor para reconocerlo. Así la risa priva al regaño, al castigo, a las consecuencias, y al final es posible volver a ser quien desde el principio se ha sido (y aunque saberlo no parezca tarea fácil, la respuesta a veces simplemente habita en esos pequeños actos, en ese sentido del humor tan de cada quien).

domingo, 13 de junio de 2010

El niño que se cayó en un agujero

Texto: Jordi Sierra i Fabra
Ilustraciones: Riki Blanco
Novela ilustrada

Primera edición: 2008
Colección BigBang

Fue muy extraño.
Habría jurado que allí no había ningún agujero.
Y sin embargo, en el momento de caerse, sucedieron dos cosas aún más inexplicables.
La primera, que percibió aquella curiosa atracción, como si algo le tirara de los pies, obligándole a precipitarse dentro de él. Apenas si se dio cuenta de ello, porque todo sucedió muy rápido. Pero lo sintió. Fue consciente del detalle. La sensación, pese a todo, acabó resultando más que efímera, porque lo más fuerte llegó a continuación, con la segunda de las cosas inexplicables.
El agujero se cerró a su alrededor y le aprisionó a la altura del pecho.
Marc se quedó perplejo.

Primera impresión
Vi un libro azul. Luego un niño atrapado en la banqueta al ras del suelo, mirando al horizonte, solo, aunque con mucha gente a su alrededor. “El niño que se cayó en un agujero”, y ese título, tan literal, me encantó. Lástima que sea tan difícil encontrar los libros de Zorro Rojo en México. Pero no, como a la semana, ahí estaba esperándome en una Gandhi, en un día en que iba a comprarle un regalo a alguien más. Siempre me pasa.

Las ilustraciones de Riki Blanco son muy sencillas (y muy azules). Lápiz y distintos tonos de azul en plasta son suficientes para generar la atmósfera de asfixia y tiempo detenido que vive el protagonista. Hay un juego de encuadre dependiendo del personaje que llega a poblar la soledad de Marc: el ciego, los turistas, el reportero por encima de él; el perro, a su altura. Así Riki Blanco logra plasmar el lugar del niño ante el mundo en una historia que  se pasa de literal para volver lo sutil visible.

Reseña
Marc va caminando un día por la calle cuando se cae en un agujero. Nadie irá a buscarlo, pues su mamá creerá que ya llegó con su papá, y éste que se quedó con ella. Por la calle desfila gente que lo ve, pero nadie parece entender que está atorado, nadie lo ayuda, nadie lo escucha a fondo. Reina la confusión y cada vez se vuelve menos claro qué tiene que hacer para poder salir.

Opinión
Caerse en un agujero puede ser metáfora de muchas cosas, pero también es, en principio eso simplemente: algo que llega de sorpresa y que causa extrañamiento, algo que exige detener la mirada. Caerse en un agujero es una pausa exigida porque hay algo que se nos estaba pasando de largo.