domingo, 25 de julio de 2010

¿Todavía nada?

Christian Voltz
Libro álbum

Primera edición: 2008

Una mañana, muy temprano, el señor Luis cavó un hoyo enorme en la tierra. En él dejó caer una semillita llena de promesas (porque a las semillas les gusta abrigarse en la tierra). Después, lo volvió a rellenar y saltó encima con todas sus fuerzas para apretujar la tierra (porque a las semillas les gusta abrigarse en la tierra bien apretujada). Luego, empapó la tierra con su regadera (porque a las semillas les gusta la tierra bien apretujada y muy húmeda). Finalmente, el señor Luis dijo: Te estaré esperando (porque a las semillas les gusta sentir que alguien las quiere y las espera).

Primera impresión
En una Feria del Libro del Zócalo (ya antes mencionada aquí), compré varios libros de Voltz. La caricia de la mariposa me hizo llorar ahí mismo en el stand donde lo encontré, y de ahí seguí en busca de otros de su autoría. ¿Todavía nada? me gustó, pero hoy que rondaba por mi casa, al parecer evitando hincarle el diente a ciertos pendientes y con una enredadera emocional creciente en la cabeza, sentí deseos de volver a leerlo. Porque los libros son respuestas que uno no sabe que busca, consejos que probablemente necesita y parte de nosotros al fin; por eso la reiteración y vuelta a ellos, a algunos y en ciertos momentos. Éste me dijo: “paciencia”.

Lo que de inmediato llama la atención en las ilustraciones de Christian Voltz es el manejo de texturas y objetos para construir a sus personajes: alambre, pedazos de madera, semillas, papeles, tuercas y más. El escenario es teatral, visto de frente y partido por la mitad: la tierra, el cielo, el personaje sobre la primera, un ave sobrevolando el segundo, la semilla madurando lentamente abajo de todo, sólo para nuestros ojos privilegiados de lectores.

Reseña
El señor Luis sabe cómo plantar una semilla, cómo cavar un hoyo grande, cómo colocarla en la tierra para después apretarla, sabe que debe regarla y hablarle, que debe hacerla sentir que la espera, eso necesitan las semillas, pero ¿conoce realmente el señor Luis el arte de la espera?

Opinión
La espera es un ritmo que el tiempo mismo pone. Su conclusión no depende de quien espera ni de aquello a lo que se espera, llega solo, como el azar, como lo que sorprende: es un acto de magia. Lo que nace de una semilla es una metáfora que cada lector completa (alguien amado, una respuesta, un sentimiento reconciliador, la felicidad). Si estamos dispuestos a olvidar que esperamos (quizá sólo así) seremos capaces de sorprendernos ante el acto de magia que implica su llegada. Por eso, mientras tanto, a vivir.

¡Qué niño más lento!

Lucía Serrano
Libro álbum

Primera edición: 2010
Colección Los Especiales A la Orilla del Viento


—¡Arriba, Néstor! ¡Qué niño más lento!
Tam, tam, tam, oye Néstor, y se levanta a su ritmo, pasito a pasito.


Primera impresión
Leí por primera vez este libro en una pantalla de computadora en una situación laboral. El ritmo de la historia, el personaje y el tema que aborda me cautivaron. Lo encontré a las pocas semanas en la librería: era un libro chiquitito (20 x 17 cm), más pequeño de lo que imaginé, y no sé si en conjunto con el tamaño, leerlo así, tenerlo en las manos lo convirtió en un álbum entrañable que, por si fuera poco, ganó el premio A la Orilla del Viento 2009.

Las ilustraciones son ricas en texturas. Grafito, lápices, acuarelas, una paleta sobria, con muchos sepias y pasteles. Lucía Serrano juega con el desenfado del grafito sin perder jamás el control del rayón. La soltura de la línea llena de dinamismo cada página, y dota de una gran plasticidad las escenas y atmósferas.

Reseña
Néstor vive a su ritmo, no parece importarle lo que los demás le digan. Hasta que un día el “Tam, tam, tam” desaparece.

Opinión
Conocerte es entender tus propios ritmos. No siempre es posible vivir así, pues el exterior impone muchas veces los suyos. Construir la identidad es entender que debe existir un balance entre lo que se exige y lo que se puede dar, supongo que más para un niño, y especialmente uno como Néstor. No hay que subestimar el poder de la paciencia ni el del tiempo; saber esperar trae grandes cosas o, por lo menos, lo que sólo uno mismo esperaría de sí.