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domingo, 29 de mayo de 2011

El Antihuevo

Texto: Alberto Forcada
Ilustraciones: Juan Carlos Palomino
Libro álbum
Primera edición: 2009
Mirador


El huevo apareció en la madrugada. Era amarillo con manchas azules. El primero en descubrirlo fue Jeremías, el panadero, que se refugió en los portales de la iglesia y buscó en el cielo a la madre.
—Debe ser un dragón —le dijo al guardia de la caseta, quien corrió a casa del capitán y golpeó hasta que destrabaron la puerta y lo hicieron pasar a la recámara, donde balbuceó:
—Hay un huevo de dragón en la plaza, mi capitán. Es inmenso.
En ese momento se escucharon las campanas de la iglesia. El capitán brincó de la cama.
—Quiero al pelotón reunido en la plaza en cinco minutos —ordenó, poniéndose las botas.
Junto al huevo había una multitud. El cura gritaba algo. De pronto cesaron las campanadas. Se escuchó un pesado aleteo y pasó una sombra por encima de la iglesia. La gente huyó, dejando al capitán solo frente al huevo. La sombra trazó un círculo por encima de los edificios, plegó las alas y se lanzó en picada hacia el capitán, que permaneció inmóvil, pues lo que se acercaba no parecía un dragón sino un plátano.


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Hace dos (¿o tres?) años, que Juan y yo estábamos en La Esmeralda, le empezaron a llegar varios proyectos de ilustración, entre ellos, El Antihuevo. Sobra decir que de ahí se siguió deleitándonos al día de hoy con más libros y hermosas imágenes.

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Por tratarse de su primer libro, aunque el estilo de Juan está latente en estas páginas, se nota una búsqueda y juego con texturas, colores y distintas composiciones que, aunque quizá ya no se encuentran en su trabajo más reciente, generan un buen diálogo con la irreverente y alucinada historia de Alberto Forcada. Con papeles, fruta, tierra, línea limpia hecha con estilógrafo, Juan compone cada página, se basta de materia pura y extremo cuidado en los acabados para dotar de un ritmo simpático y a tono con los sucesos que se narran. Hay mucho color y perspectivas alocadas, pero lo que más me gusta son los personajes de Juan Palomino, de rasgos delicados y pequeño tamaño, como él.

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Un día aparece un huevo en la plaza del pueblo. A decir de su talla, todo parece indicar que pertenece a un dragón. Pero toda la gente expectante se queda sin palabras cuando se da cuenta de que la madre es un plátano volador al que, ante la amenaza inminente, los soldados disparan y hacen puré. Ahora el pueblo será responsable del frágil e indefenso huevo.
En una primera lectura, parecería que esta historia no tiene pies ni cabeza. Huevos, manzanas, plátanos voladores. La imaginación desbordante de Alberto Forcada nos muestra que la creación es un juego. El Antihuevo evoca esas historias infantiles que algún compañero en la primaria pudo haber improvisado mientras actuaba con la fruta que estaba a punto de comer, pero sobre todo confirma la posibilidad de generar personajes y un conflicto con lo más insospechado. Que de un huevo nazca una manzana gigante puede sonar descabellado, pero ante ese elemento de extrañeza no sorprende que el amor le llegue de parte de un gusano, ni que de su ahorcamiento surja otro plátano mariposa.
En ese universo bien trazado es lógico, redondo y sumamente poético. Y así basta conocerlo para entender sus reglas y habitarlo, aunque nuestra razón se empeñe en acomodarlo de otra manera, aunque la mente humana luego destruya lo que simplemente no entiende porque no encuentra lo que estaba buscando. Mejor contemplarlo y aceptar lo que es.

lunes, 14 de marzo de 2011

Colección de mentiras ilustradas


Libro álbum
Primera edición: 2007


Aviso:
La gente mayor, además de ser alta y fuerte y peluda, es mentirosa.
Se han hecho estudios para averiguar por qué es tan mentirosa, la gente mayor. Unos aseguran que dicen mentiras a los niños y a las niñas para educarlos mejor, y otros que lo hacen para no tener que educarlos... Pero, ¿sabéis la verdad? La verdad es que la gente mayor dice mentiras a los niños, porque no lo puede evitar y, además, le gusta muchísimo hacerlo.
Por eso es tan importante que leáis este libro con mucha atención. Encontrareis muchas de las mentiras que ellos, los mayores, os dicen y que nunca os tenéis que creer.


¡!
El tema de la mentira siempre me ha apasionado, no tanto como una acción moralmente negativa, sino más por su poder de construcción. Gracias a ella es posible inventar historias, imaginar, hacer hipótesis. Debido a la literalidad de los niños, los adultos pueden generar fácilmente, a base de metáforas, un discurso que deja atrapado al niño. Aitana mina este espacio concedido sólo a los grandes, le abre a la puerta a los niños y les suelta al aire la información. Ya será de cada quien hacer lo que mejor le parezca con ella.

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Aitana utiliza mucho collage, pasteles de aceite, grafito y técnicas digitales. Su paleta es una constante y sus personajes, sumamente vivos y expresivos, habitan en el escenario escondiendo más de un gesto cuando la autora los pone en acción. Guiños y bromas, mensajes ocultos y evocaciones personales, la riqueza en la propuesta de Aitana nos contagia la risa. Uno se encuentra al final coleccionando sus libros, en espera siempre de encontrar pronto otro más.

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Conocimiento enciclopédico e ilustrado sobre las mentiras que los adultos suelen decir. Tengan cuidado, adultos, están en la mira. Ahora los niños conocen su secreto.
Conocí a Aitana por su libro Ramona la mona y por sus ilustraciones en Salvavidas. Su trabajo siempre posee esa calidez y sinceridad entrañables, esa invitación a jugar con el lector a imaginar, a hacer visible lo aparente, a recordar y divertirse con la recolección de lo popular, con la memoria.
Este es el tipo de libros que cualquier lector agradece y más de uno quizá pensó que podría escribir. Hace unas semanas, en la reseña de No juzgues a un libro por su cubierta, recordaba lo que mi mamá me decía contradictoriamente en diferentes ocasiones acerca de los huesos de mandarina. Es cierto, los padres dicen muchas cosas, y no todo hay que creerlo. No es quizá que sean unos grandes mentirosos, sólo que a veces como niños podemos ser tan literales que no reconocemos metáforas, exageraciones y, aceptémoslo, intentos de manipulación por parte de nuestros progenitores (para que nos acabemos la comida, nos peinemos o para sacarnos la sopa). Sirva de apoyo este libro para protegernos de los adultos.

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El Morbito, n. 3, la mentira. 

lunes, 28 de febrero de 2011

No juzgues a un libro por su cubierta

Refranes y antirrefranes para toda ocasión

Alejandro Magallanes
Libro ilustrado
Primera edición: 2009


Breve y muy docta introducción a esta magnífica selección de perlas de sabiduría popular en la que se refuta la idea de que los refranes siempre dicen la verdad:

A buen entendedor, pocas palabras.
Un clavo saca a otro clavo.
        Juan Pueblo



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Océano Travesía siempre sorprende con su propuesta editorial. Cuando vi este libro recordé alguna clase de análisis del discurso que tomé en la carrera, donde se hablaba de la estructura de los dogmas, que comparten por ejemplo los mandamientos o los refranes. Se trata de afirmaciones inamovibles, inapelables. Y de ahí el encanto de que para cada refrán (cuya verdad es universal y única) exista un contrarrefrán. Así se nos vuela la cabeza tratando de entender qué es lo correcto, como cuando tus papás te dicen que hagas algo y luego lo contrario: “No te pasa nada si te comes algunos huesitos de mandarina con el jugo. Apúrate, acábatelo ya”, seguido semanas después de: “¿Qué te pasa? ¿Por qué no escupes los huesos? No te los comas, ¡te va a salir un árbol en la panza!”.

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Alejandro Magallanes se caracteriza por proponer siempre libros muy lúdicos. Este gran diseñador mexicano nunca se olvida de ese objeto cuyo funcionamiento puede variar y potenciarse al explotar de formas inimaginables todas las partes que componen un libro. Hay una rica muestra de técnicas de ilustración: collage, dibujo, digital y análogo. Siempre claro y justo con lo que cada página, línea y refrán necesitan. Sustenta su discurso en cada página desde el diseño, y con la fuerza de sus propuestas siempre consigue que los editores le den luz verde para, por ejemplo, suajar cada página de acuerdo con las necesidades del refrán en turno.

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Magallanes no sólo le es fiel al objeto, sino que fortalece el vínculo que puede establecerse con un libro. Así, a cualquier edad, uno puede sentir entrañable las propuestas que esta autor regala constantemente al lector. Al dotar cada página de lo necesario, genera el contrapunto de cada refrán y contrarrefrán; ante la sorpresa, la risa, esa risa que lleva a la reflexión de lo inmediato y que se vuelca a lo universal. Por que si los refranes esconden verdades universales, este libro pone dinamita en el entronque entre dos mundos y, solos al fin, sin verdades, refranes ni universalidad, no queda más que reír y reflexionar, darle su justa medida a las cosas y sentirnos a gusto sin Dios, en un mundo de humanos hechos de particularidades no-universales.


viernes, 11 de febrero de 2011

La venganza de Edison

Javier Sáez Castán
Libro ilustrado
Primera edición: 2010
Mirador
 Para inventar la bombilla, no fracasé cuatrocientas veces;
tan sólo recorrí un camino de cuatrocientos pasos.
Thomas Alva Edison

Siempre creí que la historia de Aladino era un fraude.
No fue la lamparilla la que hizo aparecer al genio;
fue el genio quien hizo aparecer la lamparilla.
Prof. Vonderbuttis
El profesor Vonderbuttis sopesó la carta de recomendación sin llegar a rasgar el sobre, y luego hizo un gesto al joven para que se sentara.
—Descríbame sus méritos —dijo al fin, por toda presentación.
El aspirante tragó saliva desde el fondo de su butacón. En el pisapapeles de cristal que brillaba en medio de los documentos de la mesa como una estrella obligada a desempeñar labores burocráticas, se reflejaba la altísima puerta por la que acababa de entrar. Pero la puerta estaba cerrada y ya no podía volverse atrás.
—No poseo ninguno, profesor. Sólo la recta intención de aprender para llegar a ser un digno ayudante.

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Hace algunos meses, tuve la fortuna de hacer la corrección de estilo de La venganza de Edison, libro ganador del premio Invenciones 2009. Había ido a la premiación durante la FIL de ese mismo año, donde Javier nos contó acerca de su faceta como escritor (paralela a aquella de autor de libros álbum), y de paso nos comentó de otro libro que tenía, muy parecido al tono de éste: Pom... pom... ¡Pompibol!. Se trataba de su primer libro, que había sido publicado cerca de diez años atrás por Anaya Infantil. Corrí a buscarlo y, suertuda de mí, quedaba uno. Descubrí este lado de Javier Sáez, tan a tono con sus libros álbum, pero llevada a un desarrollo casi delirante a partir del lenguaje. Gran amante de Lewis Carroll, cualquiera que sienta debilidad por Alicia en el país de las maravillas, no puede perderse de los libros de este gran autor.

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Fue un gran acierto de Andrea Fuentes designarle la ilustración del libro a su propio autor. Así nos encontramos con una obra redonda, en donde el diseño generado por las viñetas, ilustraciones y estructura de la obra generan y potencian el juego propuesto desde las palabras.
Las ilustraciones en blanco y negro de Javier, hechas con tinta a línea y una gran riqueza de texturas, dan vida a personajes y escenas sostenidas en el tiempo muestran una instantánea que el lector puede contemplar detenidamente, y que sin duda enriquecen su impecable prosa.

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El profesor Vonderbuttis entrevista a un joven para que se vuelva su ayudante en su extraña empresa. José Carlos Pradera habrá de estudiar a profundidad la vida y obra de Thomas Alva Edison y entender a su extraño jefe quien, más que dedicarse a inventar, desarrolla la teoría de la desinvención. Así surgen preguntas como: ¿Qué pasaría si cierto invento que parece absolutamente necesario para la civilización jamás hubiera sido inventado? ¿Qué pasa con todos aquellos descubrimientos que nunca fueron encontrados? ¿Qué pasaría si de pronto, con la Máquina de desinventar, borráramos del mundo y la memoria inventos tan importantes como la bombilla? Javier Sáez plantea este tipo de premisas para poner a sus protagonistas a jugar, como lo hiciera una pareja de niños una tarde cualquiera, sin repercusión alguna para la humanidad.
La obra de Javier es uniforme y coherente, baste recordar su serie de El pequeño rey (colección de libros álbum editada por Ekaré), donde un niño con cara de adulto juega a ser director de orquesta o general de infantería, niño al fin, que de manera lúdica se relaciona y acerca al mundo adulto que nunca le es lejano.
Al llevar al límite ciertas ideas, el profesor Vonderbuttis plantea las reglas del juego e invita a su asistente a jugar con él. Al final parecería que todo ocurre en su mente, pues con maestría ha trazado el camino de ida y vuelta, y no compromete nada. Todos siguen siendo los mismos, todo en orden, como cuando se termina de jugar. ¿O es que con sólo pensarlo la realidad no modificada físicamente no puede seguir siendo igual?
De ahí la maestría de Javier para lúdicamente poner sobre la mesa a reflexión y generar una crítica contundente de la ciencia, la filosofía y la historia de la humanidad. Sobra decir que cualquier lector estará agradecido de que un autor como Javier Sáez Castán lo invite a jugar con él.