domingo, 24 de mayo de 2009

Tantos animalitos muertos


texto: Ulf Nilsson
ilustraciones: Eva Eriksson
LIBRO ILUSTRADO

Primera edición: 2008
Ediciones Castillo


Un día, estábamos aburridos. No había nada que hacer y queríamos divertirnos.
Entonces Ester encontró un abejorro muerto.
—Mira, aquí tengo algo —dijo emocionada—. ¡Algo triste y trágico!

Primera impresión

Un día fui a ver a Karen Coeman a Castillo. No conocía bien la colección de libros para niños de la editorial y me empezó a mostrar varios, para diferentes edades y con distintos estilos de ilustración. Cuando sacó Tantos animalitos muertos hizo una pausa y me empezó a contar la historia que descansaba dentro de sus páginas, mientras ella misma pasaba las hojas para que pudiera ver los dibujos. Fue como estar otra vez ante una cuentacuentos (mi maestra en preescolar, mi mamá, mi abuela) que desde hace tanto tiempo no tenía.

En las ilustraciones se nota el trazo a lápiz, suave y expresivo, que está en todos los personajes y en ciertos elementos del escenario del fondo, pero no en todos; coloreadas con acuarela, algunas plantas están de hecho pintadas con un toque impresionista. La paleta de color es muy armónica. Los personajes teatrales y reflejan con exactitud lo que sienten mientras actúan.

Reseña
Aburridos en un día de verano, Ester encuentra el primer animalito muerto, un abejorro. Se lo muestra al protagonista quien reacciona con asco y espanto; le tiene miedo casi todo, sobre todo a la muerte. Juntos entierran al abejorro. Ester hace el trabajo, el protagonista es bueno para escribir, así que se ofrece a ser el encargado de escribir los poemas póstumos. Pronto se les une el hermanito de Ester, Pepe, quien es el plañidero de su nueva empresa: una funeraria para animalitos muertos.

Opinión
El tema de la muerte es fascinante y puede ser abordado de maneras diversas. En Tantos animalitos muertos se muestran distintas reacciones hacia la muerte: Pepe pregunta y pregunta, teme y conoce; Ester, valiente al inicio, se deja conmover por los poemas del protagonista. En torno a todo el pragmatismo que es llevar una funeraria, no hay insensibilidad hacia la muerte, sino se le mira directo a los ojos.

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