Siempre había tenido muchas ganas de generar un proyecto
editorial de literatura infantil. Hace algunos intenté de varias formas
realizarlo y, un par de intentos fallidos después, abrí este blog para hablar
de por qué me gustan tanto los libros para niños, y se fue construyendo sobre
todo a base de ejemplos, con reseñas de lo que había en mis libreros, para
pronto darme cuenta de cuánto lo que leemos nos construye, se nos queda y puede
contar nuestra propia historia.
Amante de Alicia en el país de las maravillas, me encantó cuando, buscando un título para el blog,
Rudy me sugirió “Lean lirones”. Me imaginaba al lirón del Sombrerero metido en
su tetera leyendo, y con él, toda una población de lirones que alguna vez se
asomaba y recomendaba lecturas. Tal como pasa en la vida real. Las maneras como
un libro llega a nuestras manos es muy diversa, pero hay encuentros que uno
atesora, recomendaciones sin las cuales no sólo no leeríamos nunca cierto
libro, sino que simplemente no lo leeríamos igual. De mi agradecimiento por las
palabras, personas y situaciones que han enmarcado mis encuentros, decidí
darles crédito en cada entrada del blog y después dedicarle al libro algunas
mías para que la cadena no terminara ahí.
En SM, María Cristina Vargas, editora de libros infantiles,
cada semana me hacía recomendaciones. Así conocí Yo espero o Todos se besan menos yo, y tantos libros de Juan Gedovius. En el diplomado
de ilustración vino un despliegue enorme de autores, libros y formatos. Jorge,
Gerardo, Juan, Anie me mostraban sus libros favoritos; conocí autores como
Shaun Tan o Dave McKean, editoriales increíbles como Kalandraka, Oqo, Media
Vaca; técnicas que iban desde lo digital hasta la creación de escenarios
completos y personajes hechos con plastilina o papel maché...
El blog era algo que disfrutaba muchísimo. Mi ejercicio y
hobbie. Los domingos me despertaba, tomaba entre tres y cinco libros y me ponía
a escribir sobre ellos: cómo habían llegado a mis manos, a través de quién, por
qué me gustaban, qué me parecían las ilustraciones, quién era el autor, de qué
se trataba, por qué formaban parte de mí. Nunca fueron para mí recomendaciones
meramente, ni tampoco sólo un fichero de mi biblioteca personal. Era en cierta
forma yo hablando de mí a través de los libros infantiles que leía. Tratar de
hablar de manera sincera de algo que me apasiona y buscar contagiarlo; fomento
a la lectura, una intención parecida a la que años más tarde tendría El
Morbito.
No creo que el nacimiento del periódico que tanto soñé fuera
el motivo para que poco a poco dejara de actualizar el blog. Quizá que este año
no quería hablar de mí ni de lo que leía ni de lo que pensaba o sentía.
2010 fue un año extrañísimo.
Bendito dios que ya acabó.
Ahora sí, cada lunes un libro nuevo.
Sigan leyendo, lirones.
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