jueves, 12 de agosto de 2010

El niño con bigote

Texto: Esteban Cabezas
Ilustraciones: Alejandra Acosta

Mención de Honor
XIII Concurso de Álbum Ilustrado A la Orilla del Viento

Los Especiales
A la Orilla del Viento
Fondo de Cultura Económica


Esa mañana, Juan despertó con bigote.
No se dio cuenta antes de salir de la cama, pero de pronto notó que le había salido un montón de pelos.
“¡Qué bien! —pensó Juan—. ¡Ahora me dejarán entrar a ver películas para mayores de edad!”.

Juan amanece como todas las mañanas, excepto que ésta se encuentra en su reflejo a un niño con bigote. La emoción que lo aborda de entrada pronto se desvanece, ¿eso significa que tiene que hacer también las cosas que hace la gente con bigote?

Primera impresión
Conocí por blogs el de Ale Acosta, y me llamó la atención la entrada donde hablaba de este libro que, decía, había metido al concurso del FCE en el que finalmente recibió Mención de Honor y resultó publicado.
Leo el libro ahora y pienso en ese momento en que uno decide irse de su casa y de hecho lo hace, en ese día ya fuera de casa en que uno amanece enfermo y tiene que curarse a sí mismo, hacerse de comer, pagar las cuentas, ordenar y habitar un espacio que no depende más que de uno que sea habitable; el día en que uno tiene que acomodarse en una vida que no tiene ya relación con la niñez. En resumen, un día uno despierta, se mira al espejo y se encuentra con un niño con bigotes.

Lápices, tintas y texturas digitales componen cada plano en las ilustraciones de Ale Acosta. El niño es memorable (un gran personaje) y los pelos están presentes desde el título formando la tipografía, hasta en un piso víctima del recorte impulsivo de este pequeño bigotón. Me encanta una imagen en la que aparece gente con bigotes y entre hombres en la calle aparece también una señora bigotona.

Opinión
¿Un niño con bigote? La imagen sin duda resulta cómica, absurda, paradójica. Si el bigote es el símbolo de ser adulto, acentuar en la historia que quien lo porta es un niño presenta de manera muy original el tema de la identidad y crecimiento. En el fondo, todos somos niños (con bigote).
Juan reconoce que crecer trae consigo beneficios (ahora podrá entrar al cine a ver películas para grandes), pero también responsabilidades que aún no quiere vivir: noches de desvelo, desmañanadas para ir al trabajo, hacer diligencias en la calle… Preocupaciones, en fin, para las que no está preparado. Mejor cortar el problema, ganar tiempo, desayunar el cereal que su madre le sirve, ser niño otra vez.
Cortarse el bigote resulta un santo remedio (¡si todo fuera tan sencillo como cortarse el bigote!), pero ninguna solución puede ser tan simple, menos para semejante problema; y tal cual, resulta sólo  temporal, momentánea, fugaz.
Es como si Juan cerrara los ojos para vivir por un día como el niño que ya no es, el problema es que Juan no sabe que al día siguiente el problema habrá vuelto con todo y probablemente peor que el día anterior.
¿No será que no queda de otra que aceptar el bigote que nos mira de vuelta en el espejo cada mañana, servirse uno mismo el cereal y disfrutar ir al cine? Ya es hora.

domingo, 25 de julio de 2010

¿Todavía nada?

Christian Voltz
Libro álbum

Primera edición: 2008

Una mañana, muy temprano, el señor Luis cavó un hoyo enorme en la tierra. En él dejó caer una semillita llena de promesas (porque a las semillas les gusta abrigarse en la tierra). Después, lo volvió a rellenar y saltó encima con todas sus fuerzas para apretujar la tierra (porque a las semillas les gusta abrigarse en la tierra bien apretujada). Luego, empapó la tierra con su regadera (porque a las semillas les gusta la tierra bien apretujada y muy húmeda). Finalmente, el señor Luis dijo: Te estaré esperando (porque a las semillas les gusta sentir que alguien las quiere y las espera).

Primera impresión
En una Feria del Libro del Zócalo (ya antes mencionada aquí), compré varios libros de Voltz. La caricia de la mariposa me hizo llorar ahí mismo en el stand donde lo encontré, y de ahí seguí en busca de otros de su autoría. ¿Todavía nada? me gustó, pero hoy que rondaba por mi casa, al parecer evitando hincarle el diente a ciertos pendientes y con una enredadera emocional creciente en la cabeza, sentí deseos de volver a leerlo. Porque los libros son respuestas que uno no sabe que busca, consejos que probablemente necesita y parte de nosotros al fin; por eso la reiteración y vuelta a ellos, a algunos y en ciertos momentos. Éste me dijo: “paciencia”.

Lo que de inmediato llama la atención en las ilustraciones de Christian Voltz es el manejo de texturas y objetos para construir a sus personajes: alambre, pedazos de madera, semillas, papeles, tuercas y más. El escenario es teatral, visto de frente y partido por la mitad: la tierra, el cielo, el personaje sobre la primera, un ave sobrevolando el segundo, la semilla madurando lentamente abajo de todo, sólo para nuestros ojos privilegiados de lectores.

Reseña
El señor Luis sabe cómo plantar una semilla, cómo cavar un hoyo grande, cómo colocarla en la tierra para después apretarla, sabe que debe regarla y hablarle, que debe hacerla sentir que la espera, eso necesitan las semillas, pero ¿conoce realmente el señor Luis el arte de la espera?

Opinión
La espera es un ritmo que el tiempo mismo pone. Su conclusión no depende de quien espera ni de aquello a lo que se espera, llega solo, como el azar, como lo que sorprende: es un acto de magia. Lo que nace de una semilla es una metáfora que cada lector completa (alguien amado, una respuesta, un sentimiento reconciliador, la felicidad). Si estamos dispuestos a olvidar que esperamos (quizá sólo así) seremos capaces de sorprendernos ante el acto de magia que implica su llegada. Por eso, mientras tanto, a vivir.

¡Qué niño más lento!

Lucía Serrano
Libro álbum

Primera edición: 2010
Colección Los Especiales A la Orilla del Viento


—¡Arriba, Néstor! ¡Qué niño más lento!
Tam, tam, tam, oye Néstor, y se levanta a su ritmo, pasito a pasito.


Primera impresión
Leí por primera vez este libro en una pantalla de computadora en una situación laboral. El ritmo de la historia, el personaje y el tema que aborda me cautivaron. Lo encontré a las pocas semanas en la librería: era un libro chiquitito (20 x 17 cm), más pequeño de lo que imaginé, y no sé si en conjunto con el tamaño, leerlo así, tenerlo en las manos lo convirtió en un álbum entrañable que, por si fuera poco, ganó el premio A la Orilla del Viento 2009.

Las ilustraciones son ricas en texturas. Grafito, lápices, acuarelas, una paleta sobria, con muchos sepias y pasteles. Lucía Serrano juega con el desenfado del grafito sin perder jamás el control del rayón. La soltura de la línea llena de dinamismo cada página, y dota de una gran plasticidad las escenas y atmósferas.

Reseña
Néstor vive a su ritmo, no parece importarle lo que los demás le digan. Hasta que un día el “Tam, tam, tam” desaparece.

Opinión
Conocerte es entender tus propios ritmos. No siempre es posible vivir así, pues el exterior impone muchas veces los suyos. Construir la identidad es entender que debe existir un balance entre lo que se exige y lo que se puede dar, supongo que más para un niño, y especialmente uno como Néstor. No hay que subestimar el poder de la paciencia ni el del tiempo; saber esperar trae grandes cosas o, por lo menos, lo que sólo uno mismo esperaría de sí.

lunes, 28 de junio de 2010

Malvado conejito

Texto: Jeanne Willis
Ilustraciones: Tony Ross
 

Libro álbum
Primera edición: 2009
Oceano Travesía


Nunca hubo un conejo más malo que Malvado Conejito. O por lo menos eso podríamos suponer después de leer la carta que dejó sobre su cama un día al regresar de la escuela.

Queridos Ma y Pa,
Siento decirles que HE HUIDO DE CASA. Estoy viviendo en el Basurero del Cañón del Diablo con mis nuevos mejores amigos. Nos hacemos llamar Los Conejos del Infierno, y mi nuevo nombre es MALVADO CONEJITO.

Primera impresión
Llegué un día a la oficina y Jorge acababa de comprar este libro. No me llamó demasiado la atención, aun cuando me dijo que estaba increíble (no siempre hay que creerle todo a los amigos, ni a los libros, ni a Jorge). Lo leí entonces en voz alta (para mí y para Jorge que de rebote tuvo que escucharlo). No paraba de reír. Lo leí a todo el que entraba a la oficina. Lo releí yo sola en mi oficina. Lo dejé sobre mi escritorio y le prohibí a Jorge llevárselo y lo releía para volver a reír. Sí es, sin duda, un libro increíble.

Las ilustraciones y el texto están relacionados íntimamente. Es de esos álbumes escrito por uno e ilustrado por otro que me hacen preguntarme cómo logran compenetrarse tan bien para generar un discurso único. Tony Ross, con tintas, colores y acuarelas genera una serie de personajes y situaciones que retratan a la par que la letra visiblemente hecha a mano, esta entrañable carta de Malvado Conejito, un álbum epistolar.

Reseña
Una carta aparece en la cama de Copo de Algodón. Va dirigida a sus padres y en ella les dice que su nuevo nombre es Malvado Conejito y lo ha dejado todo para unirse a los Conejos del Infierno.

Opinión
Aunque las cosas no siempre sean lo que parecen, llega un momento en la vida de todos (o quién sabe) en que queremos huir de casa y convertirnos en algo totalmente diferente. Bueno, no todos lo hacemos, algunos sólo lo soñamos o simplemente buscamos reinventarnos de formas más sutiles. Sea como sea, Malvado Conejito pone sobre la mesa varias cosas: 1. no hay que fiarse de las apariencias, 2. todo siempre puede ser peor, 3. hay que tener la confianza para equivocarse, 4. y el humor para reconocerlo. Así la risa priva al regaño, al castigo, a las consecuencias, y al final es posible volver a ser quien desde el principio se ha sido (y aunque saberlo no parezca tarea fácil, la respuesta a veces simplemente habita en esos pequeños actos, en ese sentido del humor tan de cada quien).

domingo, 13 de junio de 2010

El niño que se cayó en un agujero

Texto: Jordi Sierra i Fabra
Ilustraciones: Riki Blanco
Novela ilustrada

Primera edición: 2008
Colección BigBang

Fue muy extraño.
Habría jurado que allí no había ningún agujero.
Y sin embargo, en el momento de caerse, sucedieron dos cosas aún más inexplicables.
La primera, que percibió aquella curiosa atracción, como si algo le tirara de los pies, obligándole a precipitarse dentro de él. Apenas si se dio cuenta de ello, porque todo sucedió muy rápido. Pero lo sintió. Fue consciente del detalle. La sensación, pese a todo, acabó resultando más que efímera, porque lo más fuerte llegó a continuación, con la segunda de las cosas inexplicables.
El agujero se cerró a su alrededor y le aprisionó a la altura del pecho.
Marc se quedó perplejo.

Primera impresión
Vi un libro azul. Luego un niño atrapado en la banqueta al ras del suelo, mirando al horizonte, solo, aunque con mucha gente a su alrededor. “El niño que se cayó en un agujero”, y ese título, tan literal, me encantó. Lástima que sea tan difícil encontrar los libros de Zorro Rojo en México. Pero no, como a la semana, ahí estaba esperándome en una Gandhi, en un día en que iba a comprarle un regalo a alguien más. Siempre me pasa.

Las ilustraciones de Riki Blanco son muy sencillas (y muy azules). Lápiz y distintos tonos de azul en plasta son suficientes para generar la atmósfera de asfixia y tiempo detenido que vive el protagonista. Hay un juego de encuadre dependiendo del personaje que llega a poblar la soledad de Marc: el ciego, los turistas, el reportero por encima de él; el perro, a su altura. Así Riki Blanco logra plasmar el lugar del niño ante el mundo en una historia que  se pasa de literal para volver lo sutil visible.

Reseña
Marc va caminando un día por la calle cuando se cae en un agujero. Nadie irá a buscarlo, pues su mamá creerá que ya llegó con su papá, y éste que se quedó con ella. Por la calle desfila gente que lo ve, pero nadie parece entender que está atorado, nadie lo ayuda, nadie lo escucha a fondo. Reina la confusión y cada vez se vuelve menos claro qué tiene que hacer para poder salir.

Opinión
Caerse en un agujero puede ser metáfora de muchas cosas, pero también es, en principio eso simplemente: algo que llega de sorpresa y que causa extrañamiento, algo que exige detener la mirada. Caerse en un agujero es una pausa exigida porque hay algo que se nos estaba pasando de largo.