texto: Tamar Cohen
ilustraciones: Santiago Solís
Novela ilustrada
Primera edición: 2009
Mirador
Soñé que era el día de mi nacimiento y me encontraba en posición de escape. De inmediato sentía un empujón, dos, tres, mi cabeza estaba fuera. Entonces venían los alaridos: “¡Nooo! ¡Regresa!”.
Primera impresión
Todos hemos odiado a nuestros papás alguna vez. Es imposible
que no nos traumen. Alguien muy querido decía una vez, frente a la pequeña hija
de una amiga: “No importa qué haga su mamá, inevitablemente la va a traumar”.
Es cierto que los papás la riegan casi metódicamente, pero dentro de todo, uno
asume que tienen buenas intenciones. No por nada nos habrán traído al mundo.
Las ilustraciones de Santiago son muy divertidas. Acrílicos,
pasteles, lápices; la paleta de colores está fríamente calculada y las texturas
se disfrutan página a página. Los padres no tienen ojos (sólo cuencas) o los
ocultan tras sus lentes oscuros. En los personajes se reconocen rasgos de
parentesco entre padres e hijos no tanto por las facciones sino por los mismos
colores seleccionados para cada uno. Así todo tiene sentido en la historia que
se cuenta paralela a través de sus imágenes. Santiago incluye también un
memorable diagrama de tipos de lenguas, de la teoría de la reja o de los
deseos. Juega así con la historia a partir de sus ilustraciones y da vida al
texto desde otra perspectiva, para hacer justicia a la ilustración como arte.
Reseña
Azafrán y Obituario están cansados de sus padres, empezando
por los nombres que les pusieron, y la lista es extensa. Entonces deciden crear
el TSJI (Tribunal Superior de Justicia Infantil) y llevar a juicio a los padres
de todos aquellos que lo requieran. Pronto toda la escuela comienza a levantar
cargos y los juicios se suceden unos a otros, pero ¿qué pasa cuando es el turno
de sus propios papás?
Opinión
El texto es simpático aunque a veces ciertas situaciones o
comentarios caigan en el lugar común. Con todo, el punto de partida es original y lleva
al límite esa realidad que todos vivimos, ese deseo que cualquiera en algún
momento ha tenido, y que sobre todo de niño es casi impensable: juzgar a los
padres. Tal vez porque se requiera cierta distancia para comprenderlos mejor,
para bien o para mal; tal vez por eso que una pareja de jóvenes amigos consiga llegar tan lejos y
decir con todas sus letras el problema que los aqueja, resulte admirable.
Nostra que juega tanto con los formatos de libros, trae esta novela, tan bien y tan profusamente ilustrada que se
vuelve de pronto difícil de catalogar, pero muy fácil de disfrutar.
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